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A 5 años del #MeToo Mexicano


Aunque todavía es un debate restringido en ciertos sectores, los espacios no han cambiado, pero nosotras si. Escuchamos más, cuestionamos más y empezamos a considerar protocolos y exigir capacitación/sensibilización en los espacios que habitamos. A lo largo de estos cinco años, el #MeToo ha logrado transformaciones significativas, se ha desafiado el silencio, pero en muy pocos casos la cancelación ha derivado en la reparación de daños.

El movimiento #MeToo sacudió las redes sociales mexicanas hace cinco años, en 2019, exponiendo públicamente casos de acoso y abuso sexual en espacios públicos y privados, señalando a los perpetradores. A pesar de su impacto inicial, la falta de reparación de daños más allá de la cultura de la cancelación ha sido evidente. Más allá de las repercusiones penales, el #MeToo mexicano representa un desafío a los paradigmas en las relaciones entre géneros. Se busca establecer consensos que diferencien entre interacciones legítimas y actos de violencia sexual. 


A medida que se cumplen años desde su viralización en México, es claro que se necesitan protocolos de prevención y reacción más sólidos, no se ha creado un movimiento en todo el país, pero las denuncias continuan, se han organizado diferentes grupos de Whatsapp, conversaciones en lo privado, listas negras de foros y espacios donde sin saberlo convivimos con agresores, las músicas de Guadalajara realizaron un pronunciamiento e incluso Psicoterapia Punk realizó un estudio como parte de su proyecto Mujeres en la Música - Narrativas en Resistencia.




El #MeToo mexicano, al igual que su contraparte internacional, buscaba exponer a los acosadores y abusadores sexuales. Sin embargo, las circunstancias locales plantearon desafíos únicos. Muchas mujeres optaron por compartir sus experiencias de manera anónima, reflejando la alta violencia hacia las mujeres y la falta de confianza en el sistema judicial, además de los procesos de revictimización por parte de los habitantes anónimos de las redes sociales. Aunque algunas sí revelaron sus identidades, la mayoría no lo hizo, evidenciando la necesidad de un protocolo de actuación para casos de acoso y hostigamiento moral y sexual.



A lo largo de estos cinco años, el movimiento ha logrado cambios significativos en ciertos sectores, ya no es un momento único, sino una herramienta para evidenciar que la situación cuando es necesario. Desafiando las prácticas de silenciamiento y opresión hemos visto algunas consecuencias para los perpetradores de acoso y abuso sexual. Sin embargo, queda claro que se necesitan medidas más sólidas para prevenir estos comportamientos y garantizar una verdadera reparación de daños más allá de la mera exposición en redes sociales, que evidentemente es necesaria como una cadena de conocimiento para alertar a las otras y otres.

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