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Jaramar: 40 años de una trayectoria forjada desde la elección propia


 

La celebración de los 40 años de carrera de Jaramar no es un recuento nostálgico, sino la confirmación de un trayecto artístico construido desde la autodeterminación. Su concierto conmemorativo —que se presentará el viernes 21 de noviembre en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris— funciona como punto de fuga para mirar un recorrido que nunca respondió a expectativas ajenas.

Proveniente de una familia inmersa en la danza y las artes visuales, Jaramar creció entre escenarios y museos. Su madre formó parte de la época de oro de la danza mexicana y su padre diseñó museografías que hoy son referente. Sin embargo, la música apareció por una vía inesperada: “Me vio cantar en algún momento, en alguna cosa escolar, a los 9 años me jaló para darme clase de canto”, recuerda sobre la intervención decisiva de su abuela paterna.

Aunque la danza fue su primera apuesta, la disciplina del ballet clásico terminó por alejarla. La música, en cambio, le abrió un espacio propio, sobre todo cuando a los 17 años recibió una guitarra y comenzó a explorar el canto nuevo latinoamericano. El distanciamiento de su entorno familiar, gracias a una beca de diseño fuera del país, le permitió afianzar esa búsqueda. “Lejos de la fuertísima influencia familiar”, dice, comenzó a concebir un camino propio que la llevaría a Guadalajara, ciudad donde encontró sus primeras alianzas musicales.



Su inicio profesional llegó en los años 80 con Escalón, trío ganador del primer festival de Canto Nuevo. Tras disolverse la agrupación, Jaramar se volcó en la música medieval y renacentista, un descubrimiento que, aunque accidental, definiría parte de su voz con Ars Antiqua. Ya en los 90 decidió emprender su proyecto solista: “Quiero empezar un proyecto mío, solista… en el 93 salió mi primer disco”. Desde entonces, se movió en circuitos independientes y de colaboración colectiva, incluida su participación en el comité mexicano de la nueva canción.

La década de los 90 marcó otra transición: la fusión entre música independiente, rock y jazz. En ese entorno encontró en Opción Sónica una complicidad inusual: “Me dejaban… yo decía ‘Este disco se va a tratar de esto. Esta va a ser la portada, este va a ser el repertorio’, y es el disco que salía”. Con la llegada de los 2000 y la transformación digital, su relación con la industria cambió, pero no su forma de concebir la música. “Nunca he dejado de hacer discos físicos”, afirma, aunque reconoce que los modos de producción y circulación se transformaron radicalmente. Desde 2008, Discos Intolerancia ha sido un aliado fundamental para navegar esos cambios.

Su trabajo en el ámbito cultural —festivales, teatros, universidades— ha sostenido una carrera que nunca buscó validación desde los grandes consorcios. Incluso su aparición en el Vive Latino funcionó como una excepción que confirmó su autonomía.

Hoy, en medio de un consumo acelerado que privilegia sencillos y algoritmos, Jaramar mantiene una práctica basada en ideas que se expanden en discos completos. “Yo parto de una idea y a partir de esa idea construyo todo el repertorio”, explica. Ejemplo de ello es Diluvio (2008), concebido como un “disco de la muerte” que terminó siendo un ejercicio de transformación.


MEMORIAS

Su álbum más reciente, Memoria, surgió durante la pandemia gracias a una beca del Sistema Nacional de Creadores. “Llevaba yo varios años haciendo notas sobre la memoria”, cuenta. El proyecto se divide en dos ejes: la memoria ancestral —sonoridades antiguas y voces femeninas de otros siglos— y la memoria inventada, que la obligó a revisar su propia historia. “Tuve que regresar a muchas historias… pensar mi infancia, pero pensarla ya tamizada con todo lo vivido”.

La autonomía ha marcado cada etapa de su vida. “Yo marqué mi raya y dije ‘Nada de eso’. No voy a hacer concesiones y yo voy a ser totalmente la que yo quiero ser”, afirma. Esa claridad también la llevó a permanecer en Guadalajara para demostrar que la creación no es exclusiva de un solo centro cultural del país.

A 40 años de distancia, Jaramar no celebra permanencias: celebra decisiones. Y en esa ruta elegida a conciencia, su concierto en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris funcionará como un nuevo capítulo, no como cierre.


 
 

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