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Entrevista: Alice Bag, el registro de la niña violenta


Cuando Alice Bag habla del punk, no lo hace desde la nostalgia, sino desde la necesidad de reordenar una historia incompleta. Así lo conversamos en 2019, cuando la busqué para hablar de su presentación en Gato Calavera. En ese entonces SonoridadMX aún no existía, yo no tenía un espacio propio, pero al notar que nadie la entrevistaba decidí acercarme. 

Después de aquel concierto del 12 de diciembre —un show contundente, con lo mejor de su repertorio y un medley poderoso de “No Means No” y “Un violador en tu camino”— llegaron nuevos capítulos: el lanzamiento de su disco Sister Dynamite, su asentamiento en México, la colaboración con Soga llamada Lucía y los Alfileres, una intervención en el Museo del Punk en Las Vegas y la edición de Violence Girl a través de Libruak en Europa y Sexto Piso en Latinoamérica. 

Esta entrevista no retoma lo que ya habíamos platicado anteriormente, sino suma y llena el espacio en estos cinco años post pandemia, apunta hacia las diversas conversaciones que se realizarán ésta semana, una de ellas en el Museo del Chopo, que desde su inicio ha sido espacio para conversar sobre música e incluso ha tenido sus momentos de representación, como fue el ciclo Viva La Chopa




La música chicana recuerda cómo intervino el Museo del Punk al notar que las mujeres y otras personas queer apenas figuraban en la exposición. La solución fue directa: llevar fotos e información de quienes habían sido omitidas. Por invitación, realizó un recorrido armada con masking tape, “agregando las fotos de las personas que yo pensaba que habían sido borradas de la historia”, explica, convencida de que la memoria se construye desde la insistencia.

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Violence Girl: escribir como acto punk

La publicación de Violence Girl en 2011 fue parte de ese mismo impulso por registrar experiencias silenciadas. Bag relata que el libro nació a partir de un blog que mantenía con disciplina diaria, mientras lo realizaba luchaba contra la idea de no ser o sentirse escritora, pero en la práctica fue rompiendo cada duda:

"Cada día escribía una página... era superdisciplinada porque me despertaba en la mañana, mi hija se iba a la escuela, yo me quedaba en casa con mi tacita de café y luego me decía a mí misma que no iba a poder almorzar hasta que no hubiera escrito bastante para un blog. Y pues me daba hambre hasta que cumplía conmigo misma... con una página al día, no editar mucho y sacar algo todo el día, no tener vergüenza de que iba a salir. Eso me funcionó muy bien y creo que eso me salió por lo punk, ¿no? Porque así es escribir una canción punk, la sacas rápido, es corta y que le guste a quien le guste y si no le gusta, ni modo”.

Años después, la traducción al español —realizada por Dolores Méndez— significa un momento especial para Bag. “Estoy superemocionada que haya salido en español porque siento que hay personas con las que quisiera compartir mi vida más completamente, y el libro en inglés no era accesible para ellas”, afirma.

Punk con manifiesto

Aunque se le ha asociado con riot grrrl y en el podcast Punk In Translation se le nombra como la primera, Alice Bag marca una diferencia generacional. Nunca se consideró parte del movimiento, pero comparte sus metas. Recuerda que en Los Ángeles, en los setenta, la escena punk tenía raíces en el glam: “había muchas personas queer... no era tan importante la energía supermasculina”, señala. Esa fluidez de género y la fuerte presencia de mujeres diferencian al punk angelino del de Nueva York o Inglaterra.

"Yo estoy de acuerdo con las metas de riot girl y también soy feminista, y ellas son feministas. Tengo amigas que son riot girl, pero lo que yo hacía lo hice muy temprano en mi carrera. En los años 70 había muchas mujeres involucradas en punk, en una forma muy natural".

Ese matiz no solo diferencia su experiencia, también evidencia cómo la escena angelina estaba marcada por una fluidez de género que la distanciaba de otros discursos dominantes en el punk, así como en la historia que se ha contado al respecto. Tenemos las imágenes de Decline of Western Civilization (Penelope Spheeris, 1981) y lo que nos cuenta la cantante después de The Bags, con Castration Squad, banda integrada por Shannon Wilhelm (vocales), Mary Bat-Thing (vocales), Tiffany Kennedy (teclado), Alice Bag (bajo), Tracy Lea (guitarra) y Elissa Bello (batería), esa es solo una de muchas historias que decidió abordar, porque estuvo ahí y fue parte, pero parece perderse en otros relatos.




Identidad en movimiento

La reflexión sobre la identidad atraviesa toda la conversación. Las múltiples capas que reflejan las vivencias, como lo cuenta en su libro es testigo de la violencia, no se identifica hasta que encuentra pares en una comunidad que todavía no se nombraba punk, pero ya desestabilizaba el sistema al este de Los Angeles.

Para Bag, no se trata de algo fijo, sino de un recurso que aparece cuando es necesario: “Las identidades para mí salen cuando necesitan salir... para ayudarte a sentir que tienes tu valor propio y te vas a defender”. Su identidad chicana y punkchera (punk, ranchera) ha sido, en ese sentido, tanto un refugio como una forma de resistencia frente a la discriminación. Así como en Violence Girl va autodefiniéndose a través de la memoria, en la actualidad sigue archivando y localizando a sus ancestras, en el "Corrido de Gloria Arellanes" y su cover de "Angel Baby" nos mostró que no solo sigue hablando de las punks para que no las olvidemos, avienta el lazo hacia el pasado de las Brown Berets y bandas de chicas integradas por latinas como Rosie and the Originals, probando que en todas las revoluciones sociales y musicales hay mujeres.

Hoy su trabajo la vincula con México, donde presentará el libro en tres espacios con espítiru diferente. Junto a Kid Congo Powers forma el dúo Juanita y Juan, una amistad de 50 años que no solo derivó en un álbum a principios de este año, también fue el enlace para que se realizara la traducción de Violence Girl.

Una corrección abierta

Alice Bag no plantea su trabajo como una conclusión, sino como un proceso en curso: escribir, cantar, recordar, documentar. En esa ruta, insiste en que la historia del punk no puede contarse sin mujeres, sin fluidez de género ni sin la experiencia chicana. Su apuesta no es solo por completar un relato, sino por desarmar las estructuras que decidieron quiénes merecían estar en él y quiénes no.

Para Alice Bag, el punk la sigue definiendo, como actitud y plataforma desde la cual seguir construyendo resistencia. Ya sea al escribir una página diaria, al cuestionar etiquetas o al rescatar los nombres borrados de un museo, su insistencia muestra que aún es necesario nombrarse desde la autenticidad. 

“Ah, bueno, eso sí, te digo que una de las canciones que me guió también desde chiquita... No soy monedita de oro, que me la ponía mi papá, me ponía un disco y gritaba yo, ‘No soy monedita de oro.’ Y pues como que me entró y sigue adentro de mi ser esa actitud de que yo soy quien soy, si no les gusta, ni modo”.


 

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