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Musas Sonideras: Cumbiando el Palacio Postal

Fotografía: Karina Cabrera


"Así como nos ven, somos patrimonio inmaterial vivo" fue una de las frases que se escucharon entre los acostumbrados saludos y la dedicatoria de temitas.


El posicionamiento en voz de Sonidera Nacional respondió a la polémica que desató la presencia de las Musas Sonideras en el Palacio Postal. Su participación en la #nochedemuseos fue acompañada por violencia de género, el clasismo también fue la constante en redes sociales y la clasificación de baja y alta cultura a partir de los espacios que deben o tienen derecho a ocupar, un estigma que probablemente también estuvo relacionado con el curioso instante en que, a unos minutos de iniciado el evento, un representante de Protección Civil detuvo el baile bajo el pretexto de que debíamos sentarnos para escuchar con respeto y evitar accidentes, ya que habían pulido el piso "para recibirnos como se debía".


La cumbia es el nuevo punk, aunque a los trve les moleste tanto la referencia, pero desde hace unos años quienes la bailan desestabilizan los espacios, sobre todo los blanqueados, que ven como inferior toda manifestación popular y su llegada a museos, festivales culturales y musicales, a sus intocables pisos.


Fotografía: Karina Cabrera

Fotografía: Karina Cabrera


No fue necesaria la frase de Sonido Butterfly, "si no bailas es violencia". En cuanto arrancó la música, nos regresamos a bailar, evidenciando que la zona asignada no limitaría el derecho al goce y al movimiento que acompañan a la cultura sonidera. Aun con el portón cerrado, el baile se desbordó hacia la acera, con varias manos metiéndose entre las rejas para capturar el ritmo. Incluso incitó a los pasajeros del turibús, que se detuvo frente al edificio sobre la calle de Tacuba, a unirse a la fiesta.


Mientras las nueve sonideras nos salpicaban de salsa y cumbia, el público se apropió del espacio libre. Los clubes de baile rompieron la opresión del pasillo limitado por las hileras de sillas que debían contener al público. De la misma forma, con ligeras pataditas, fueron moviendo el cerco de los cordones que nos separaban del escenario.


No se rompió ni orinó nada, como se dijo en redes sociales. Esa noche de martes, bailamos y resistimos: a las zonas acordonadas, a la falta de acceso a sanitarios (incluso al talento de lo negaron) y a la incomprensión de una cultura que se manifiesta sobre la tarima y repercute en los cuerpos de quienes la rodean.

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