El pasado 10 de agosto, el Gato Calavera retumbó con tanta fuerza que, mientras una tromba convertía la CDMX en un caos, dentro del foro nadie parecía enterarse. El segundo encuentro de Mujeres Bateristas demostró que el pulso colectivo de ocho mujeres puede ser más intenso que cualquier tormenta. Bajo el lema "Las mujeres también hacemos ruido", el escenario se transformó en un laboratorio rítmico.
En el escenario, tres baterías montadas al frente formaban una especie de trinchera sonora. Una a una, las participantes tomaban el micrófono para compartir su historia: cómo empezó todo, los primeros ensayos, los tropiezos, las influencias, la música que les formó y el momento en que decidieron no soltar las baquetas. Cada relato era un pedazo de memoria viva, una colección de historia oral que tejía un mapa diverso de trayectorias.
Después, llegaba el turno de la música. Cada baterista —Reona Sugimoto, Alexia Orozco, Yoli Moreno, Ilse Santana, Gaby Ortiz, Xiadani Ayotitla, Aime Drum y Michelle Pantoja— se acomodaba detrás de su instrumento para ejecutar un set sobre pista. Los estilos se entrelazaban: jazz experimental, punk crudo, funk con groove sólido, rock pop, garage, ritmos tradicionales y el regional (que rompió el espacio punk con una cátedra de sus ramificaciones estilísticas), mezclas improbables que, sin embargo, dialogaban entre sí.
Entre baquetas al aire, golpes secos y la personalidad de cada una, se construyó una atmósfera que recordaba que el lema "Las mujeres también hacemos ruido" no es solo una frase: es un movimiento que está creciendo, se va a multiplicar a través de la investigación de Mariela Sánchez (que ya ha mapeado a más de 360 bateristas mexicanas o que se desarrollan en el territorio) y dará para muchas ediciones.
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