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Mujeres en Cypher

 



En un rápido recorrido por los alrededores me encuentro a tres niñas que se asoman por una rendija del muro de backstage. Gritan: “¡¡Azuky, queremos una foto!!”. Minutos antes, ella había pisado el escenario del Zócalo junto con raperas de distintas regiones y generaciones. Era el eco íntimo de un acto masivo: más de 100 mil personas habían presenciado un capítulo inédito en la historia del rap en México. La escena parecía pequeña frente a la multitud, pero ahí estaba la clave: ese encuentro entre generaciones, la palabra encarnada como resistencia y lo que se había repetido en varias entrevistas, demostrar que sí ha sido posible. Su emoción era la prueba de lo que significa encontrar referentes en un escenario tan grande, el primer acto de memoria y futuro.



Comunidades en resistencia

Los días y horas previas al concierto confirmaron que Mujeres en Cypher no sería solo música. El timeline en redes sociales evidenciaba la expectativa: la comunidad de raperas estaba pendiente y haría acto de presencia entre el público. Desde el mediodía, la merkadita feminista montó su espacio de resistencia para sostener la venta de mercancía de Prania Esponda, reforzando las alianzas que se hilan entre varias comunidades. También estuvo presente el grupo de mujeres que impulsa la Ley Olimpia, a quienes la rapera de Tlaxcala menciona en Mi amor, no es tu culpa (2023). Y entre todas, nosotras, las que seguimos a las raperas, que agregamos a nuestras listas sus canciones en 8M y 25N, pero que las coreamos cada vez que podemos.

A las 18:00, mientras Arianna Puello resignificaba el espacio con fuerza en Rap Pa Mi-Pa Ti, ingresó al Zócalo un contingente desde el antimonumento por Palestina. Las banderas que pronto se dispersaron entre la multitud cobrarían gran importancia hora y media después en la presentación de Residente. La lucha local y la internacional se sostuvieron juntas. La plaza se convirtió en territorio compartido.



La querían silenciar, ahora suena en tu bocina

La idea comenzó meses atrás, en mayo, cuando Ximbo recibió la invitación mientras asistía al aniversario del Coro El Palomar en el teatro bar El Vicio. La oportunidad personal no tardó en convertirse en un acto de compensación histórica. Desde entonces se concibió un espectáculo capaz de reunir a 35 personas entre maquillistas, coordinadoras, coristas, bailarines, crews de b-girls y b-boys, y talento intergeneracional.

DJ Ninja abrió con un guiño desde la cabina: mezcló Hip Hop Hooray de Naughty by Nature con los nombres de pioneras como Vicky MC, Joaka y Leazzy, entre otras. Fue un repaso a la genealogía que Ximbo ha nombrado desde ¡Que Viva el Mexside! (1997), donde las mujeres fueron invisibilizadas desde la conferencia de prensa hasta el escenario. Esta vez no hubo letras pequeñas, jóvenes promesas ni silencios impuestos: solo realidades, como improvisó Azuky en uno de sus grandes momentos al interactuar con Mena.

Ximbo abrió con El Sueño (2023, Ruta Mexicolombiana), una manifestación de lo que seguramente estuvo en su mente durante los meses previos: trabajar entre herencia y pertenencia. La primera en unirse fue Niña Dioz con Rompe el Cristal, reviviendo por un instante la energía de Rimas Femeninas Sobre la Tarima. “Si estamos juntas no nos pueden parar” retumbó en la canción que ambas lanzaron el 3 de septiembre.

El público, expuesto a sencillos fuera de la alta rotación radial y de poco impacto en listas editoriales, escuchó la condensación de distintas eras del rap hecho por mujeres en México. Desde las pioneras que irrumpieron en espacios dominados por hombres —Ximbo, Niña Dioz—, hasta las transiciones que abrió el feminismo en la voz de Prania Esponda. A ellas se sumaron Skafo La Faro, Azuky y Mena, quienes sostienen la práctica mixta y colectiva del freestyle.

De ahí saltamos a la canción que en el disco Flow Pantera (2024) habla del efecto del rap, Ximbo interpretó “Inmunes”, con versos que parecían blindar a todas las presentes. El espectáculo, que duró cerca de 40 minutos, nos llevó a Prania Esponda interpretando a capella “Las que nacieron peleando”, canción con la que obtuvo el segundo lugar en el 1er Concurso de Canción Feminista de la UNAM. La la siguiente generación con perspectiva feminista entró con fuerza, de la misma forma se sintió la interpretación de “Malas Mujeres”, el sencillo que lanzó en agosto, y que nos sacudió todas las etiquetas a las presentes, lo siguiente solo podía ser la manifestación de esa energía, las malas y poderosas que en ese momento ya ejercían su derecho a la noche. “Mezcal” de Niña Dioz, Monterrey retumbando el bajo con las reinas sin coronas.




Segunda parte: freestyle

Llegó entonces el turno de la práctica que más raperas ha desarrollado en los últimos años: el torneo transformado en círculo. Skafo La Faro, con diez años de lucha en distintos espacios, fue la host de un momento que marcaría a las niñas que aguardaban en backstage. Azuky, de Ecatepec, y Mena, de Guadalajara, sostuvieron un intercambio de diez minutos donde mostraron doble tempo, kick back y agilidad lírica. Más que rounds, las prácticas de las mujeres del rap fueron visibles, los espacios horizontales donde la palabra circula sin agresión y sin límite, abordando su identidad, las mujeres en el rap y la cultura hip-hop que las sostiene.



Tercera parte: el espacio es nuestro

“Quiero caminar libre y sin miedo”, anunció Skafo La Faro al introducir la tercera parte. Entonces Ximbo abrió con El Cardón, declaración sobre la apropiación del cuerpo. Después, Niña Dioz enlazó Kamikaze con el término “feminazi”, mientras Prania Esponda respondió con 8M Fuimos Todas. Desde el público resonó: “estamos en todas partes, nos veremos en las calles”.

El clímax llegó con María Balvina, trombonista, interpretando junto a Ximbo una encendida versión de Calle Luna Calle Sol (Willie Colón y Héctor Lavoe). No coincidió con el eclipse lunar total, pero la idea era clara. El momento lúdico creció con pelotas lanzadas al público y el ingreso de todos los crews. El cierre, coral y expansivo, integró voces, percusiones, salsa, los coros de Bárbara Riquelme y Jess Puentes (también integrantes de El Palomar), y todas las raperas reunidas en escena.

Una contramemoria en clave de rap

Mujeres en Cypher fue más que un espectáculo: la materialización de un archivo en movimiento. La historia de las raperas en México es un entramado de eras que se cruzan y se reconocen. Desde las pioneras de los 90 hasta la quinta generación surgida en los círculos de rap feministas, todas han luchado contra el borrado y la exclusión.

Por eso, la frase que se escuchó esa tarde cobró todo el sentido: “La querían silenciar, ahora suena en tu bocina”. Mujeres en Cypher no solo sonó en la plaza más grande del país, sino que resonó como contramemoria, desafiando la narrativa dominante y devolviendo al rap lo que siempre fue suyo: la palabra de las mujeres al centro.

La repetición de MUJER EN CYPHER desde el Zócalo  se realizará en dos semanas por Capital 21 y Canal 14, pendientes en las redes sociales. 

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